Brecha de género en la difusión online del trabajo científico

Una reciente investigación de la Universidad de Michigan, publicada en Nature, revela que las científicas son un 28 % menos propensas que sus colegas masculinos a compartir sus artículos en redes sociales como X (antiguo Twitter)
Los datos proceden de un análisis que incluyó 23 millones de tuits sobre 2,8 millones de artículos y 3,5 millones de autores, y abarca desde 2013 hasta 2018.

Una tendencia creciente

Contrario a lo esperable, la disparidad no ha disminuido con el tiempo: al contrario, muestra una tendencia al alza. Incluso cuando los hombres y mujeres han coautorado el mismo estudio, ellas son menos proclives a promocionar su trabajo . Esta autopromoción desigual se observa incluso entre las mujeres que ya están activas en X, lo que descarta la simple explicación de una menor presencia femenina en esta red.

¿Dónde se percibe con mayor intensidad?

Curiosamente, el efecto es más marcado cuando se trata de científicas de alto nivel: aquellas que publican en revistas de impacto o pertenecen a instituciones prestigiosas son las que exhiben una mayor brecha respecto a sus colegas masculinos

En otras palabras, el entorno académico de mayor reputación es precisamente donde las mujeres se promocionan menos.

Los autores del estudio destacan que esta falta de autopromoción puede repercutir negativamente en la carrera de las científicas. La menor visibilidad en redes reduce la atención hacia sus trabajos, lo que a su vez podría acarrear menos citas, menos financiamiento y menos oportunidades de reconocimiento . En un entorno competitivo como la ciencia, promocionar los logros no es solo una cuestión de visibilidad: es parte fundamental de la carrera profesional.

¿Por qué ocurre?

El estudio menciona varios factores que explican esta brecha:

Los sesgos sociales e individuales: la investigación sugiere que las mujeres tienden a autopromocionarse menos debido a mecanismos psicológicos, como la infravaloración propia o el temor a recibir reacciones negativas por exhibir sus éxitos

Normas culturales y de género: no solo en el entorno digital, sino también en publicaciones formales, las mujeres tienden a describir sus aportes con menos adjetivos enérgicos —como «novedoso» o «innovador»— y utilizan menos expresiones positivas . Esto repercute en menor repercusión académica, ya que los artículos con lenguaje entusiasta suelen tener más citas.

Estos hallazgos no son aislados. Un estudio publicado en BMJ analizó 6,2 millones de artículos entre 2002 y 2017. Sus conclusiones coinciden: los autores masculinos tienen hasta un 21 % más de probabilidades de describir trabajos propios con calificativos positivos
Y dado que esta actitud correlaciona con mayor número de citas, la brecha se perpetúa en el tiempo.

El ciclo de visibilidad y éxito

La autopromoción actúa como un multiplicador en la carrera académica. Anunciar un estudio en redes infunde visibilidad, lo que puede desencadenar más lecturas, citas y atención pública. Esto, a su vez, abre puertas en convocatorias, subvenciones y redes profesionales . Al no autopromocionarse, las científicas pueden quedar fuera de este «círculo de éxito».

Un fenómeno estructural

Este sesgo no es exclusivo de un país o red. Estudios globales evidencian una menor presencia de la mujer en la ciencia, tanto en cantidad (como investigadoras) como en posiciones de liderazgo y en editoriales de alto impacto.

Según la UNESCO, solo el 28 % de la fuerza de trabajo científica global está compuesta por mujeres.

Asimismo, en Iberoamérica se observa un fenómeno similar: aunque las mujeres alcanzan la universidad en cifras comparables o superiores, en la investigación presencia de la mujer disminuye en los niveles jerárquicos y en la continuidad de la carrera investigadora.

La autopromoción como factor invisibilizado

Los investigadores del equipo de Michigan afirman que la autopromoción es un aspecto relativamente olvidado. Sin embargo, es clave para entender por qué las mujeres quedan fuera de narrativas dominantes sobre el progreso científico. Identificar esta brecha podría ser el primer paso para cambiar políticas universitarias, de financiación y culturales.

¿Qué se puede hacer?

  • Concienciación institucional: universidades, agencias y editoriales deben reconocer el problema y fomentar una cultura inclusiva en visibilidad.
  • Vincular a científicas con mentoras líderes que compartan su experiencia para sumar voces.
  • Incluir programas de comunicación científica dentro de las evaluaciones y ofrecer formación continua.
  • Seguir las diferencias en autopromoción por género para medir avances y ajustar estrategias.

Fuente: naiz

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